Compartimos una nota publicada en Crónica.
El desarrollo del habla en los chicos se vio afectado por el coronavirus y las restricciones. Una fonoaudióloga explica los motivos y las situaciones a las que hay que prestar atención.
Durante el último año y medio, la pandemia tuvo un impacto sin precedentes en el sistema sanitario a nivel mundial. La urgencia que demandó y todavía demanda el Covid-19 hizo que cientos de patologías de igual o menor gravedad pasaran a un segundo plano. Con el paso del tiempo, ese contexto afectó al desarrollo del lenguaje de los niños.
“Cuando pudimos retomar un poco el trabajo presencial, observamos que los chicos estaban con un retraso bastante notorio, veíamos cosas que antes no estaban”, explicó la licenciada Julia Tagliabué, fonoaudióloga, profesora en educación especial con orientación en hipoacusia y sordera.
Desde el inicio de la pandemia, y al estar encerrados con sus familiares más directos, los niños no tuvieron la necesidad de hacerse entender porque sus padres y convivientes los comprendían sin problemas. La diferencia se hubiese notado en otras experiencias en las que los chicos van adquiriendo nuevas palabras.
La fonoaudióloga de MED-EL aseguró que, “con la interrupción de actividades cotidianas, tales como salir a comprar, compartir con pares en la plaza, ir a visitar a familiares y, principalmente, ir al colegio, se provocó una privación del lenguaje y no se generaron situaciones que resultaran ricas para el crecimiento del vocabulario de los niños, sobre todo para aquellos en que por su edad se encontraban en una instancia clave de aprendizaje y desarrollo”.
Si a este panorama se le añade el uso del barbijo, la distancia entre personas y las máscaras protectoras, el problema empeora. Antes del coronavirus, los niños con dificultades auditivas podían sacar alguna pista de lo que sucedía mediante la lectura de labios o mirando las expresiones de la cara, pero ahora con todos los cuidados que se deben implementar, la gente está cubierta hasta los ojos y eso también les afecta.
“Son muchas cosas que no pasaron o dejaron de pasar durante un año y esa cantidad de tiempo para un niño es muchísimo en cuanto a estimulación del lenguaje. Si los padres perciben algo, es porque algo está pasando, ya sea porque el niño no está percibiendo de la manera correspondiente o porque el lenguaje se dejó de desarrollar”, advirtió Tagliabué.
Avances según edades
El desarrollo del habla se divide en diferentes etapas, la prelingüística abarca desde el nacimiento hasta los 12 meses de edad. La primera mitad (de 0 a meses), el niño comienza a emitir ruidos con su garganta, crea sonidos relacionados con el placer y el dolor (risas, llantos o quejas), aparecen los primeros gritos y manifestaciones de sensibilidad ante el ruido, se calma al oír la voz de sus padres y hay atención visual.
Entre los 6 meses de vida y hasta el año, un bebé puede comprender la palabra “no”, conoce y responde a su nombre, se divierte con los juguetes que emiten sonidos y disfruta la música, emite balbuceos, aparecen las demandas (el niño quiere algo y se dirige con gestos o con la mirada hacia su objetivo), intenta comunicarse con gestos, trata de imitar sonidos y llora ante la separación de sus padres.
La etapa lingüística comienza a partir de los 12 meses de edad y dura hasta los 2 años. De los 12 a 18 meses el menor pronuncia sus primeras palabras con significado, responde a preguntas sencillas mediante lenguaje no verbal, la pronunciación puede ser poco clara, utiliza una o dos palabras para indicar una persona o un objeto, su vocabulario será de 4 a 6 palabras.
Entre los 18 meses de vida y hasta los 2 años comienza a pronunciar sin errores todas las vocales y las palabras más sencillas de su vocabulario, sabe distinguir el femenino y el masculino, usa la tercera persona para referirse a sí mismo y es capaz de pedir los alimentos por su nombre. Al final de la etapa el vocabulario será de unas 50 palabras, aunque puede cometer errores en la producción.
Las primeras frases aparecen desde los 2 años, durante ese año aparece el lenguaje telegráfico (coche mío o más leche), puede agrupar objetos por grupo, conoce los conceptos detrás de las palabras y entiende pronombres, también aparece la incógnita: el ¿por qué? Y ¿para qué?. Además, comienza a usar el plural y el vocabulario se amplía de 250 a 900 palabras.
De los 3 a los 4 años el niño sale del egocentrismo y entra en la etapa del lenguaje social. La interacción con otras personas se mantiene y crece, usa los sonidos correctamente, es capaz de describir objetos comunes, expresa ideas y sentimientos, usa verbos en gerundio, puede repetir enunciados largos, domina la gramática y comienza a responder a preguntas sencillas que se refieren a algo que no está presente.
Es muy importante tener en cuenta que no todos los niños desarrollan las habilidades del habla y el lenguaje de la misma manera, sin embargo, todos siguen estas etapas para dominarlo. Cabe destacar además, que el desarrollo del habla está directamente relacionado con factores biológicos y familiares.
El contexto emocional, afectivo, social, cultural y la estimulación familiar tiene una gran influencia en la incorporación continua de los sonidos producidos por las personas con las que interactúa, la interiorización de estos sonidos y la asociación de signos y símbolos. Está comprobado que los niños que se sienten seguros en su hogar, son contenidos y lingüísticamente estimulados, consiguen hablar antes que el promedio.
Señales de alerta
Los padres y adultos que rodean a un niño de estas edades deben estar atentos a las señales que pueden indicar que algo no anda bien. La forma en la que los chicos expresan sus emociones puede ser un indicio: si solo gritan o lloran y no pueden comunicar lo que les pasa.
Si señalan o dicen una sola palabra para mostrar o pedir algo. Si no hay coherencia en lo que quieren expresar. Las reacciones ante los ruidos fuertes: si realizan el acto reflejo de cerrar los ojos o continúan su actividad sin perturbarse. El silencio o la no respuesta: puede que el niño no haya escuchado entonces no levanta la mano o no pregunta y no sabe qué hacer porque se pierde. El armado y producción de oraciones: pasan de decir oraciones complejas a hacerlo de manera más simple al perder los artículos y adjetivos. Por ejemplo: El auto está roto û auto roto.
En cualquiera de esas situaciones, la especialista en fonoaudiología sugiere acudir a una consulta con un experto para poder descartar cualquier patología a tiempo. Es el otorrinolaringólogo o el pediatra quienes deberán solicitar los estudios correspondientes y, en el caso de que fuese necesario, derivar al niño para que lleve a cabo un tratamiento fonoaudiológico.
La situación pandémica por el momento continúa, por lo que Tagliabué recomienda mantener y fomentar situaciones y experiencias lingüísticas con los niños (por ejemplo, conversar mientras se lleva a cabo una actividad en conjunto como ordenar los juguetes o lavar los platos) además de mantener rutinas que les permitan ordenarse en cuanto al lenguaje al estar viviendo una situación de ansiedad e incertidumbre como la que estamos pasando.