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La voz de las personas con hipoacusia es más monótona y menos rica en matices melódicos

A medida que se rehabilita la audición, tras la activación de un implante coclear, las voces se vuelven más normalizadas y puede llegar a alcanzarse una buena discriminación en los matices sonoros.

Las personas con pérdida auditiva no solo dejan de percibir los sonidos de su entorno y las voces de su alrededor, también se produce una pérdida o disminución de la capacidad para oírse a sí mismas. Ahí es cuando la voz de las personas con hipoacusia comienza a verse afectada. 

“Poco a poco se empiezan a producir fluctuaciones en la intensidad de la voz, hablando más alto o más bajo de lo que correspondería. Posteriormente, se deja de percibir también las inflexiones que hacemos en la voz durante el discurso y se pierde, además, el tono de la voz”, explica Alexandra Tisaire, logopeda y programadora en el Hospital Universitario de La Princesa en Madrid y profesora del Departamento de Inmunología, Oftalmología y ORL de la Universidad Complutense de Madrid. 

Aunque la evolución depende del grado, tipo y tiempo de pérdida auditiva, generalmente acaba determinando que la voz de las personas con hipoacusia sea más monótona, más nasal y menos rica en matices melódicos.

Los seres humanos tenemos dos formas de oír. La principal es la vía aérea, que es la vía de audición que utilizamos para escuchar nuestro entorno. Pero también existe la vía ósea, ya que el órgano de la audición se encuentra ubicado en el hueso temporal de la cabeza. 

“Cuando nosotros hablamos, sin darnos cuenta, nos estamos escuchando de manera interna, no externa. Por eso, cuando nos grabamos en un audio de voz y nos escuchamos, nos cuesta tanto reconocer nuestra propia voz e, incluso, llega a desagradarnos, ya que estamos acostumbrados a escucharnos de manera interna y no por la vía aérea”, explica la experta.

Beneficios del implante coclear en la modulación de la voz

Si la valoración de un profesional sanitario es positiva, una persona con pérdida auditiva neurosensorial candidata puede recibir un implante coclear, un dispositivo que sustituye la función de las células ciliadas del oído interno dañadas y que envía las señales eléctricas directamente al cerebro, donde son interpretadas como sonido.

A medida que se acostumbran y se adaptan a su implante coclear y siguen su programa de rehabilitación auditiva -clave en este proceso-, empiezan, sin ser casi conscientes, a modular su voz. 

“Cuando una persona se implanta, lo primero que refiere es que se escucha la voz, y se sorprende de este hecho, ya que muchos ni siquiera se acordaban de escucharse a sí mismos o, incluso, de haber perdido esta capacidad. Primero, regulan la intensidad de sus emisiones, algo que notan en primer lugar las personas cercanas. Posteriormente, la voz deja de tener los matices nasales y monótonos que tenía previa a la implantación y se regulan las inflexiones vocales. Este proceso lo suelen reflejar diciendo que otras personas les comentan que hablan más claro y que se les entiende mejor”, advierte Tisaire. 

Jorge Luis Wic es melómano, tiene 57 años y vive con pérdida auditiva desde su primer año de vida. A partir de los 12 años empezó a usar audífonos, que poco a poco dejaron de darle beneficio en su audición. En diciembre de 2020, fue operado para recibir un implante coclear, con su procesador de audio RONDO 2. 

Comenta Wic: “A día de hoy, llevo tres meses de rehabilitación y adaptación y no puedo estar más contento, ni agradecido, pues esta implantación ha superado todas las expectativas que yo había depositado en la intervención. Con respecto a mi propia voz estoy experimentando una serie de cambios que, pese al poco tiempo que llevo implantado, son evidentes: la sonoridad parece más genuina o limpia, primigenia, sin elaboración interpuesta -como sí me ocurría con el audífono-, seguramente como consecuencia de que se oyen una serie de matices en determinados registros y frecuencias que antes no se escuchaban”

Y continúa: “escucho mi voz de otra forma, con una pronunciación diferente, menos forzada y más calmada, desde el momento en que el implante ahora obliga a escucharse a uno mismo de otra manera, a variar si se quiere la dicción para atender aspectos a los que antes no se prestaba atención, seguramente porque eran frecuencias que no se oían”. 

En palabras de Alexandra Tisaire: “al inicio, muchos usuarios de implante coclear, cuando se activa por primera vez su procesador de audio, reconocen que las voces son muy metálicas o chillonas. Esto se debe a que, como empiezan a escuchar frecuencias que antes o bien no oían o bien estaban atenuadas por su hipoacusia, el cerebro debe aprender a procesarlas y a reubicarlas. De primeras, se crea un choque entre el recuerdo de la voz que tienen de una persona y esa nueva voz que le proporciona su implante”. 

A medida que se rehabilita la audición, las voces se vuelven más normalizadas e incluso llegan a alcanzar una buena discriminación en sus matices.