Nota publicada en Clarín Argentina.
A Julieta Llanos le diagnosticaron hipoacusia a los 40. Fotógrafa y documentalista, cuenta cómo siguió adelante hasta que una cirugía le cambió la vida.
“Tenés que presentarte a la cirugía. Este es tu gran día”. Las palabras se escabullían entre las manos de Julieta aquel 12 de febrero de 2021. La posible fecha de operación que le habían pronosticado ya no era una incertidumbre. Después, un suspiro de alivio. Salió corriendo detrás de su esperanza y, desde entonces, el tiempo se transformó en aventura.
“Fue el día más feliz de mi vida. Era todo lo que quería en el mundo. Durante los cinco años que estuve sin escuchar, nacieron mis nietos (hoy tienen cuatro y un año), y no podía oír ninguna de sus expresiones ni risas. Me destrozó el alma”, confiesa con la voz quebrada, en diálogo con Clarín.
La historia de Julieta Llanos
A Julieta Llanos (45) le diagnosticaron hipoacusia bilateral congénita cuando ya era adulta. Su pérdida auditiva empezó desde la infancia con dolores de oído, resfríos y otitis mal curados. “Notaba ciertos indicios de que algo no andaba bien y con el transcurrir de los años sentía que cada vez escuchaba menos, pero no quería reconocer mi condición”, se lamenta.
“Cuando iba a la escuela, me sentaba en la primera fila del aula para poder comprender porque no escuchaba, pero como era chica no me daba cuenta de lo que sucedía. Incluso, me recomendaron que tenía que usar audífonos, pero cuando uno es joven termina dejándolo pasar porque con esto de ‘ser adolescente y parecer linda’ no quería usarlos”, recuerda consciente del error.
“Juli, vos tenés un problema y tenés que hacértelo tratar”, le dijo su profesora cuando empezó a cursar las prácticas docentes de la carrera de Arte. La señal de la alerta fue que no escuchaba la llamada entrante de su celular. El día que decidió consultar con un especialista ya era tarde. Uno de los oídos estaba más afectado que el otro. Los médicos le advirtieron sobre una posible cirugía de implante coclear. Interrumpió sus estudios y comenzó a utilizar audífonos.
“Una mañana me desperté y ya no escuchaba más. Estaba completamente sorda. Creí que era la batería de los audífonos, pero no. Habían dejado de ser una solución para mí”, rememora con la imagen detenida en el tiempo.
Como le sucedió a Julieta, la hipoacusia puede aparecer en cualquier momento de la vida y por múltiples causas, explica Micaela Costanzo, fonoaudióloga y Team Leader del Departamento Clínico de MED-EL para el Cono Sur de Latinoamérica. Se la define como la disminución en el sentido de la audición y “su detección temprana es esencial para no comprometer el desarrollo comunicativo y emocional”, señala.
“Al momento del nacimiento o durante el primer mes de vida debería realizarse el estudio de otoemisiones acústicas para determinar la capacidad auditiva. También es importante estar atento a la posible sintomatología y acudir a la atención profesional, tanto en niños como adultos”, insiste la especialista.
Según datos del Ministerio de Salud de la Nación, las patologías auditivas constituyen aproximadamente el 18% de las incapacidades que existen en Argentina: un 86,6% corresponde a dificultades auditivas y un 13,4% a sorderas.
Tiempo de resiliencia
“¿Y ahora qué hago?”, se preguntó en medio de un mar de lágrimas cuando asumió que había perdido su capacidad auditiva. Se apartó de los grupos de amigos con quienes interactuaba. “No escucho, pero algo tengo que hacer porque necesito ser un ejemplo para mis hijas”, se convenció.
El universo de la fotografía conectado a la naturaleza y los viajes que emprendió, incluso en pandemia, se fusionaron como su cable a tierra durante los cinco años que duró su sordera. También expuso sus obras en museos nacionales e internacionales, ganó premios y se dedicó a conocer grupos de apoyo de personas que estuvieran atravesando la misma situación.
A Julieta se le hizo cuesta arriba aprender el lenguaje de señas. “No todos lo conocen, por más que haya personas capacitadas y que enseñan en la universidad. Es que nadie quiere aprender porque es difícil o por falta de tiempo”, comenta y señala que tiene una buena lectura de labios.
Aprendió a comunicarse a través de una aplicación que traducía de texto a voz con solo presionar un botón en el celular. “Como podía hablar en voz alta, la gente no se daba cuenta de que era sorda cuando iba a un comercio. Pero cuando no entendía lo que me estaban diciendo, sacaba el celular y escribía en la app que no escuchaba porque era sorda. La gente no lo podía creer”, evoca.
“Busqué distraer la cabeza para no entristecerme con pensamientos negativos. Se hacía difícil estar tanto tiempo en ausencia, pero entendí que la pérdida auditiva puede tener solución con un implante”, testifica.
Romper las barreras del silencio
La operación se realizó en el Hospital Regional Río Gallegos y estuvo a cargo del otorrinolaringólogo Diego Gutierrez. Julieta fue dada de alta el mismo día de la cirugía y al mes, unos días antes de su cumpleaños, le activaron el implante coclear en el oído izquierdo.
“Desde que volví a escuchar siento que ‘regresé al sistema’ y todo es nuevo para mí. Recuperé la vida que anhelaba y empecé a valorar con mayor fuerza lo que me rodea. Gracias al implante volví a estudiar virtualmente y puedo hacer lo que más disfruto que es documentar la vida natural de mi hermosa Patagonia”, verbaliza a pura emoción.
Hoy, su alegría es infinita. Tuvo que hacer un proceso para adaptarse a los sonidos y no siempre logra identificarlos. “Siento que volví a nacer. Cuando escucho el sonido de la lluvia, el canto de un flamenco o la risa de mis nietos me lagrimean los ojos”, reconoce. Todavía le falta escuchar los videos que grabó de los pequeños en los tiempos en que estaba privada de oír sus primeras palabras. No quiere perderse nada.
Un antes y un después
Julieta se enfrentó a sus propios fantasmas y salió adelante. Amanece con ganas de explorar el mundo y reconoce que no le alcanzan las horas del día para hacer todo lo que planea. Vive “a full” y se hizo un hueco en su ajustada agenda para conversar con Clarín.
Hoy, trabaja como fotógrafa documentalista de flora y fauna y, como agente de conservación y fotógrafa oficial de Ambiente Sur de Río Gallegos , y estudia de manera online para recibirse de guía naturalista de campo. En su cuenta de Facebook comparte las imágenes de su andar a lo largo y ancho de la Patagonia.
“Me despierto pensando en qué me deparará la vida y qué más puedo hacer y aprender. Uno de mis próximos objetivos es bucear para documentar una nueva especie bajo el agua. Ahora que volví a estudiar espero poder ser docente como sueño desde siempre. Soy consciente de que negué por mucho tiempo mi situación, y eso me dejó sin escucha por cinco años”, asume la nueva Julieta. Una epopeya de la voluntad.